viernes, 17 de octubre de 2008

RELATO BREVE 1

Querida Madre:

Te echo de menos.

Diez años sin vernos. Toda una década llevamos ya sin hablarnos, alargando las distancias día a día, esta lejanía que hace diez años era nula. Uña y carne.

Sorprendida, supongo, por estas líneas. Anonadada porque me dirija a ti vía correo ordinario, como si no te pudiera llamar o simplemente plantarme en tu casa. Carezco de la valentía suficiente para pronunciar frente a ti lo que nada más comenzar ha despedido la tinta de mi pluma.

Hoy sentí que quería contártelo todo. Todo lo que ha habido y hay detrás de mi enfriamiento progresivo respecto a ti desde la elección de emanciparme hace diez, mamá, diez años.

Mi mamita, como decirte que estos diez años han sido muy intensos en mi vida. Aunque este período realmente comenzó hace doce. Cuando oí por vez primera sobre ella.

Esta década he sido, si no lo soy aun, una marioneta suya, sí de ella, de Ana, esa a la que hace doce años comencé a admirar. Un juguete. Lo entenderás ahora cuando leas la profundidad de la relación que nos unió y/o une.


Sabía mucho de ella sin conocerla; su envolvente y dominante personalidad, su magnético atractivo y su capacidad manipuladora, eran algunas de las características que la definían y de las que ya me habían hablado, no obstante no la reconocí cuando la tuve cara a cara y aunque no soy alguien dócil, Ana me supo seducir y camelar hasta la dependencia. Verdaderamente nuestra presentación oficial fue un flechazo, y a los pocos meses ya éramos. Ya se había convertido en el centro de mi universo.

Ella es muy fuerte, mucho más que yo, somos dos en un único continente.

El pomo del baño chirrió como de costumbre, Comencé el habitual rito matinal de cada día; tras orinar empapé mi rostro con agua gélida para así regresar de aquella conversación con ella.

Durante la mañana todo es más fácil, no reparo tanto en ella, no está tan presente en mis pensamientos, pero según se acerca el mediodía, puedo percibir la proximidad de nuestro encuentro. Con esto no quiero decir que no disfrute de su compañía. La adoro, sin embargo tengo miedo de no estar a su altura, de no poder comportarme como ella espera de mí.

Los hechos siguieron su curso habitual, y me encaminó hasta su esencia, lo que se repetía casi siempre en este momento, sentía la inseguridad de no poder satisfacerla, de no poder dar todo lo que ella me pide. Ana siempre exige más de lo que puedes ofrecer, y cuanto más das, más demanda. Siempre acabo sintiendo profundos remordimientos.

Ya era hora de volver al trabajo, este es el momento del día en el que más me cuesta separarme de ella. Siempre deseo que cuide de mí, que me vigile mientras estoy a su lado. No se comportarme sin su compañía. Puede parecer una situación humillante pero para mí lo es sólo cuando no siento su fuerza y energía sobre mí.

Volví a las tareas laborales.

Mi trabajo también me acapara, posiblemente porque es casi la única forma de evitar pensar en eso que ella odia que recuerde, tal vez porque sé que a ella le consuela que sufra de cierta adicción a mi trabajo, con el que Ana comparte posición en mi jerarquía de valores, de pilares sobre los cuales edifico mi vida.

Creo que ya me he acostumbrado a llevar el horario metódico que me dictamina ella. Todos los días entre las 20:00 y 22:00 nos volvemos a enfrentar.

La hora de acostarse puede ser tanto el mejor, como el peor momento del día. Cuando la siento orgullosa de mi comportamiento a lo largo de esa jornada, soy inmensamente feliz. Por el contrario, hay noches en las que sólo desearía morir. Mis peores pesadillas se materializan y no puedo parar la revolución de remordimientos que sacuden mi cabeza porque sé que la he defraudado. Un nuevo desengaño.


A pesar de la servidumbre que muestro ante ella, nuestra relación debe ser ocultada cara a los demás, porque no la aprobarían. Si alguien de mi entorno más íntimo descubriese mi sumisión hacia ella, probablemente intentaría separarme y no lo puedo consentir. ¡Sin ella no soy!

Ana nunca deja indiferente a nadie, o la amas o la odias pero jamás puedes ignorarla, no con ese marcado y anguloso carácter. Es por esta razón por la que no he tenido la suficiente valentía como para presentarme de ella en sociedad. Sin embargo puede no parecer estar presente, pero lo está, siempre lo está cuando la amas.

En cierto modo estas emociones opuestas que puede instigar están estrechamente ligadas, es más, hay ciertos momentos en los que reflexiono si realmente la quiero a mi lado o lo que me ocurre es que temo su ausencia, puede parecer lo mismo, no obstante nada tiene que ver. No sé si disfruto a su lado o me aterra imaginarme mis condiciones sin ella. Quiero recordar aquellos días en los que era independiente. Doce años. Por el contrario no soy capaz, porque creo que ya entonces en mi inconsciente ya dependía de ella.

Es por vergüenza a lo que esta sociedad pueda pensar de mi no me atrevo a decir en público que ella es mi opio, mi religión. Mi fe en una diosa, ella, que como cualquier otra también exige sacrificios, ritos …

Puedo afirmar que en breve haremos nuestro aniversario. Años durante los que nos hemos defraudado y distanciado numerosísimas veces. ¿Diez años? Diez años materializados, toda una vida presente en mi inconsciente.

No mamá, no intentes hacer memoria, no le pondrás cara, sabes sin saber quien es. Aunque tal vez ya conoces toda mi historia, la has sabido siempre y te has hecho la loca esperando el día en que derrumbara barreras y débilmente te confesara.

Mamá hago aquí un inciso para dejarte pensar para que reflexiones y asimiles todo esto, porque soy conciente de mi anormal sumisión a ella. No pretendo que apoyes pero que al menos lo toleres, desearía ser capaz de pedirte que me separases de ella para siempre, pero para siempre ya pertenezco a ella. Bebe agua. Toma aire.

No es caprichosa, es exigente, dictatorial. Ella ha conseguido cambiarme radicalmente, puesto que su esencia es mi yo más profundo.

No necesitas mucho más ¿verdad? Puedes entrever la adoración que siento, no es amor, va más allá porque ella no es si no en mí y yo no soy sin ella.

Me gustaría poder decirte desde un primer momento quien es, desvelarte su identidad, que como ves a parte del nombre poco más conoces; Pero no puedo, no soy aun capaz, tal vez que para cuando firme la carta ya la hayas reconocido.

Sí, tal vez ya ha llegado el momento crucial de esta carta, la introducción para que puedas comprender verdaderamente todo lo que te he escrito en las hojas anteriores.

¿Pero quién es? Por lo que ves una mujer de poderes extraordinarios que capaz de encantar a cualquiera. ¿Es una mujer? Sin duda tiene nombre femenino, Ana. Conoces su carácter pero sigues sin saber quién es, de dónde viene, qué edad tiene, cuándo, cómo cuánto… y ante todo ¿¿¿POR QUÉ??? Por qué ha sido ella la importancia en todos estos, mis, años, por qué esas molestias en ordenar y controlar mi vida, por qué mi obsesión con ella. Efectivamente ella es la anorexia que padezco. La que año tras año se ha ido alimentado de mi persona consumiéndome el espíritu para satisfacer sus placeres.

Lee la carta de nuevo, llegarás a comprender lo que han sido estos años para mí, entenderás que la anorexia no es sólo un desorden alimenticio, la anorexia te absorbe.

No pienses nada, no te eches la culpa por nada, no la tienes. Nadie ha cometido ningún fallo que me haya podido conducir hasta ella, hasta Ana, hasta la Anorexia.

Madre, llámame. Deseo hablar contigo ahora me conoces de verdad.

Esto es lo que soy. No soy libre, tengo anorexia

Hace diez años me independicé de casa, para esclavizarme.

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